Al acercarnos a la figura de San Juan Bautista, hemos de aprender
de él varias lecciones. La primera es saber que nuestra vida, toda
vida humana tiene sentido, son queridas y elegidas por Dios para
cumplir una misión y para la salvación. Obviamente no se trata de la
misma misión de Juan. Pero en él y en su misión todos tenemos mucho que
aprender.
En segundo lugar, el
ejemplo de Juan Bautista, su reciedumbre, su austeridad, su espíritu de
oración y de penitencia, de integridad y su radical fidelidad a la
misión asignada han de ser igualmente para nosotros todo un referente y
un modelo. La vida del cristiano ha de estar siempre en permanente y
orante escucha de la Palabra, ha de ser sobria, humilde –“El tiene que
crecer y yo tengo que menguar”-, austera, íntegra, coherente,
sacrificada, testimoniante y abierta al don de uno mismo por la causa de
Jesucristo y de su Evangelio.
La personalidad de Juan el bautista
Es el elegido de Dios: Lc.1, 5-18 anuncia la venida
inmediata de Cristo. Por eso, estará lleno del Espíritu Santo desde el
seno materno, convertirá a muchos al Señor su Dios, reducirá los
corazones rebeldes y preparará un pueblo bien dispuesto para el Señor.
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